Ginebra, 6 de marzo de 2008
Mi tren partía de Toulouse hacia Suiza el jueves por la tarde. El viaje es una delicia: Carcassonne, Narbonne, Béziers, Montpellier… cada una con su catedral y su castillo. Heureux Languedoc, como ha dicho alguna vez Pierre Bonnassie! El Languedoc señorial de los Raimondin y los Trencavel... Y más adelante la Provenza, con sus infinitos viñedos inundados por el sol... Qué hermoso atardecer en las montañas! Debo cambiar de tren en Lyon, para realizar el último tramo de mi viaje hacia Ginebra. Parece ser un tren de corta distancia, ya que ni los vagones ni los asientos están numerados. Pero que tren! Nada que envidiarle al TGV de alta velocidad! Me subo a un vagón cualquiera. Cuando se cierran las puertas del tren, el cartel luminoso que estaba en un extremo del vagón comenzó a indicar las estaciones del recorrido... Noooo! Y Ginebra??? Empalidecí. Le pregunto a una chica en un francés rudimentario. No, a Ginebra no. Cómo? En realidad, el tren va a Ginebra, pero este vagón no (sic). Ajaa... Me cambio de vagón dentro del tren? No se puede! Por suerte, la amabilísima estudiante lionesa se ofreció a acompañarme a buscar mi vagón. Así que en la primera estación salimos corriendo a toda prisa por el andén en busca del lejano vagón a Ginebra, valija a cuestas! Y después, claro, la chica tuvo que esperar una estación más para una nueva corrida hacia su vagón de origen! No tenía palabras [ni en francés, ni en ingles, ni en castellano] para agradecerle su ayuda! Vaya a saber en dónde habría terminado… bueno, supongo que algún lugar de la frontera franco-suiza, así que tampoco hubiera sido una tragedia!
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