Paris, 26 de febrero de 2008
Destemplado día de invierno en Paris. Una débil pero molesta llovizna me hace comprender por qué en Paris se usan tantos gorros y sombreros. Después de almorzar [despues de recorrer Amsterdam en un dia, dormi hasta las 12...], salí a caminar hacia la zona de la Bastilla, que comienza a unas cuadras al este de la Rue de Turenne. Cabe clarar que de la Bastilla solo queda el nombre. La celebre prisión cuya toma constituyó uno de los hitos de la Revolución Francesa ya no existe [en su lugar, la Societé Générale...], y en la plaza [si se puede llamar una plaza], un monumento que ni siquiera conmemora la Revolucion de 1789 sino la de 1830. Y en frente, el moderno y desubicado edificio de la Opera de la Bastilla. Quizá el mayor atractivo de la zona son las callecitas interiores, donde comienzan a emerger claros signos de las comunidades étnicas de Paris, con elementos nordafricanos, turcos o indios.
Como ya no hay mucho mas para ver por acá [y la llovizna comienza a exasperarme] volví hacia el Marais y tomé la Rue des Rosiers, el eje del Barrio Judío de Paris, cuyos orígenes se remontan a la Edad Media [bueno, acá los orígenes de casi todo se remontan a la Edad Media!]. Es tan pintoresco el barrio! Y las comidas! Pase por una patisserie judía y me deje tentar por una hipnotizante baklava, à emporter, para tomar el té en el apartamento...
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