27 may 2012

Regreso al Viejo Mundo (la segunda vez es mejor)




 Madrid, 28 de noviembre de 2009

Llegué al aeropuerto de Barajas, Madrid, el 28 de noviembre a la madrugada, luego de un viaje de 12 horas sin poder dormir (nada). Qué fastidio. Las cosas comenzaron turbias: las azafatas nos pidieron que bajáramos del avión con pasaporte en mano porque la policía los estaba controlando antes de descender (esperaban a alguien?). Los trámites de migraciones fueron, sin embargo, más sencillos de lo previsto:
- Motivo del viaje?
- Estudios
- No tiene visa de estudiante?
- No, son sólo tres meses…
- Pasaje de regreso por favor.
- Aquí tiene.
Y así fui admitida en la Comunidad Europea (por ese entonces no tenía pasaporte comunitario y no era más que una turista del tercer mundo), sin que siquiera me pidieran la constancia de la beca que me había otorgado el Ministerio de Asuntos Exteriores para realizar tareas de investigación en la Universidad de Valladolid. Respiro tranquila. Espero las valijas. No salen. Finalmente, una hora y media después del aterrizaje, recuperada mi valija, enfilé hacia el Metro. Madrid tiene una red de subterráneos increíble, con 13 líneas que cruzan la ciudad en todas las direcciones y que tienen muchísimas estaciones. Lo más peculiar del metro de Madrid en comparación con el de otras ciudades europeas es que una de sus líneas llega al aeropuerto, y se accede agregando el ticket sencillo, de 1,50€, un suplemento de 3€. Claro que el aeropuerto es grande y trasladarse de una de las terminales al metro es un laaaargo camino, alivianado por suerte por cintas transportadoras. Luego el problema de pasar por las puertecillas del metro con las valijas. Pero a mí no me pasa dos veces lo mismo. Luego de que el año pasado me quedara atascada en la estación Chatelet en el metro de Paris -también llegando del aeropuerto-, la experiencia juega a mi favor. Misión cumplida. Europa. 

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